Cómo respetar los espacios y lograr el equilibrio
Compartir la casa, el placard, el baño, la cama, los amigos y el tiempo libre. A veces, hasta el trabajo. ¿Estar de a dos significa perder todo lugar propio? Compatibilizar individualidad y vida en común es necesario para lograr bienestar y armonía.
En ningún terreno como en el de la pareja, la mayoría de las personas cultivan ideas tan fundamentalistas. Aplicado a los afectos, este fundamentalismo consiste en creer que amar a alguien significa entregarle no sólo las llaves de nuestra casa, sino también las de nuestra interioridad misma: si realmente amamos, no debemos reservarnos nada para nosotros, desde las vacaciones hasta los secretos, todo debemos compartirlo. Una suerte de comunismo no político nos insta a tener amigos en común, clases de tenis en común, espacios físicos en común. La propiedad privada en cualquier aspecto de nuestra existencia, a partir del momento en que comenzamos a vivir de a dos, es considerada un delito que atenta contra la pareja.
Tan fuerte es esta idea que forma parte de una herencia cultural ancestral, y tan grande la presión que ejerce, que somos nosotros mismos los que exigimos su cumplimiento a rajatabla, aunque un hecho tan simple como el de aislarnos en nuestro escritorio por un par de horas para disfrutar de un buen libro se haya convertido en una acción cuasi delictiva desde que estamos en pareja. En consecuencia, sentimos que hemos sido despojados del derecho a toda acción placentera que no incluya al otro, desde la charla en un bar a solas con un amigo, hasta la natación y la lectura. «¿Pero entonces -nos preguntamos, sin atrevernos a confesarlo ni siquiera a nosotros mismos- compartir significa perder?».
Es así como empezamos a considerar ciertas libertades perdidas como deliciosos pecados, como dulces tentaciones a las que hemos debido renunciar, obedeciendo al fundamentalismo afectivo que nos obliga a compartirlo todo. Si nuestra pareja debe hacer un viaje de dos días por trabajo, por ejemplo, sentimos que «recuperamos» espacio, que podremos dormir atravesados en la cama, comer en la cama mientras miramos una película y leer hasta la madrugada sin que nadie nos inste a apagar la luz. ¡Y además, podemos ir a cenar con amigos propios, que pasaron a ser amigos comunes, para recordar, por ejemplo, tiempos idos (un recuerdo que estaba implícitamente prohibido porque aludía a un tiempo en que nuestra pareja no estaba en nuestra vida)!
PARTE 2